Emma Watson: La igualdad de género también es problema
de ustedes
Discurso de Emma Watson, Embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres, en un evento especial de la campaña HeForShe, en la sede de las Naciones Unidas, Nueva York, el 20 de septiembre de 2014.
Acudo a ustedes porque necesito su
ayuda. Queremos poner fin a la desigualdad de género, y para hacerlo,
necesitamos que todas y todos participen.
Se trata de la primera campaña de este
tipo en las Naciones Unidas: queremos tratar de mover a todos los hombres y los
jóvenes que podamos para que sean defensores de la igualdad de género.
Y no sólo queremos hablar de esto,
queremos asegurarnos de que sea algo tangible.
Fui nombrada hace seis meses, y cuanto
más he hablado sobre el feminismo, tanto más me he dado cuenta de que la lucha
por los derechos de las mujeres se ha vuelto con demasiada frecuencia un
sinónimo de odiar a los hombres. Si hay algo de lo que estoy segura es que esto
no puede seguir así.
Para que conste, la definición de
feminismo es: “La creencia de que los hombres y las mujeres deben tener
derechos y oportunidades iguales. Es la teoría de la igualdad política,
económica y social de los sexos”.
Empecé a cuestionar los supuestos de
género a los ocho años, ya que no comprendía por qué me llamaban “mandona”
cuando quería dirigir las obras de teatro que preparábamos para nuestros
padres, pero a los chicos no se les decía lo mismo.
También a los 14, cuando algunos
sectores de la prensa comenzaron a sexualizarme.
A los 15, cuando algunas de mis amigas
empezaron a dejar sus equipos deportivos porque no querían tener aspecto
“musculoso”.
Y a los 18, cuando mis amigos varones
eran incapaces de expresar sus sentimientos.
Decidí que era feminista, y eso me
pareció poco complicado. Pero mis investigaciones recientes me han mostrado que
el feminismo se ha vuelto una palabra poco popular.
Aparentemente me encuentro entre las
filas de aquellas mujeres cuyas expresiones parecen demasiado fuertes,
demasiado agresivas, que aíslan, son contrarias a los hombres y, por ello, no
son atractivas.
¿Por qué resulta tan incómoda esta
palabra?
Nací en Gran Bretaña y considero que lo correcto es que como mujer se me pague
lo mismo que a mis compañeros varones. Creo que está bien que yo pueda tomar
decisiones sobre mi propio cuerpo. Creo que es correcto que haya mujeres que me
representen en la elaboración de políticas y la toma de decisiones en mi país.
Creo que socialmente se me debe tratar con el mismo respeto que a los hombres.
Por desgracia, puedo afirmar que no hay ningún país del mundo en el que todas
las mujeres puedan esperar que se les reconozcan estos derechos.
Por el momento, ningún país del mundo
puede decir que ha alcanzado la igualdad de género.
Considero que estos son derechos
humanos, pero sé que soy una afortunada. Mi vida ha sido muy privilegiada
porque mis padres no me quisieron menos por haber nacido mujer; mi escuela no
me impuso límites por el hecho de ser niña.
Mis mentores no asumieron que yo
llegaría menos lejos porque algún día pueda tener una hija o un hijo. Esas
personas fueron las embajadoras y los embajadores de la igualdad de género que
me permitieron ser quien soy hoy.
Aunque no lo sepan ni lo hayan hecho
voluntariamente, son las y los feministas que están cambiando el mundo hoy en
día. Y necesitamos más personas como ellas y ellos.
Y si la palabra todavía resulta odiosa,
piensen que lo importante no es la palabra sino la idea y la ambición que la
respalda. Porque no todas las mujeres han gozado de los mismos derechos que yo.
De hecho, las estadísticas demuestran que muy pocas los han tenido.
En 1995, Hilary Clinton pronunció en
Beijing un famoso discurso sobre los derechos de la mujer. Me entristece ver
que muchas de las cosas que quería cambiar todavía son realidad.
Lo que más me impresionó fue que sólo el
30 por ciento de su público eran hombres. ¿Cómo podemos cambiar el mundo
si sólo la mitad de éste se siente invitado o bienvenido a participar en la
conversación?
Hombres: aprovecho esta oportunidad para
extenderles una invitación formal. La igualdad de género también es su
problema.
Porque, hasta la fecha, he visto que la
sociedad valora mucho menos el papel de mi padre como progenitor, aunque cuando
era niña yo necesitaba su presencia tanto como la de mi madre.
He visto a hombres jóvenes que padecen
una enfermedad mental y no se atreven a pedir ayuda por temor a parecer menos
“machos”. De hecho, en el Reino Unido el suicidio es lo que más mata a los
hombres de entre 20 y 49 años, mucho más que los accidentes de tránsito, el
cáncer o las enfermedades coronarias.
He visto hombres que se han vuelto
frágiles e inseguros por un sentido distorsionado de lo que es el éxito
masculino. Los hombres tampoco gozan de los beneficios de la igualdad.
No es frecuente que hablemos de que los
hombres están atrapados por los estereotipos de género, pero veo que lo están.
Y cuando se liberen, la consecuencia natural será un cambio en la situación de
las mujeres.
Si los hombres no necesitaran ser
agresivos para ser aceptados, las mujeres no se sentirían obligadas a ser
sumisas. Si los hombres no tuvieran la necesidad de controlar, las mujeres no
tendrían que ser controladas.
Tanto los hombres como las mujeres
deberían sentir que pueden ser sensibles. Tanto los hombres como las mujeres
deberían sentirse libres de ser fuertes. ... Ha llegado el momento de percibir
el género como un espectro y no como dos conjuntos de ideales opuestos.
Si dejamos de definirnos unos a otros
por lo que no somos, y empezamos a definirnos por lo que sí somos, todas y
todos podremos ser más libres, y es de esto que se trata HeForShe. Se trata de
la libertad.
Quiero que los hombres acepten esta
responsabilidad, para que sus hijas, sus hermanas y sus madres puedan vivir
libres de prejuicios, pero asimismo para que sus hijos tengan permiso de ser
vulnerables y humanos ellos también, que recuperen esas partes de sí mismos que
abandonaron y alcancen una versión más auténtica y completa de su persona.
Ustedes se estarán preguntando: ¿Quién
es esta chica de Harry Potter? ¿Y qué hace en un estrado de las Naciones
Unidas? Es una buena pregunta, y créanme que me he estado preguntando lo mismo.
No sé si estoy capacitada para estar aquí. Sólo sé que este problema me
importa. Y quiero que las cosas mejoren.
Y, a causa de todo lo que he visto, y
porque se me ha dado la oportunidad, creo que es mi deber decir algo. El
estadista inglés Edmund Burke afirmó: “Todo lo que se necesita para que
triunfen las fuerzas del mal es que suficientes personas buenas no hagan nada”.
En mi nerviosismo por este discurso y en
mis momentos de dudas, me he dicho con firmeza: si no lo hago yo, ¿quién?; y si
no es ahora, ¿cuándo? Si ustedes sienten dudas similares cuando se les
presentan oportunidades, espero que estas palabras puedan resultarles útiles.
Porque la realidad es que si no hacemos
nada, tomará 75 años —o hasta que yo tenga casi 100— para que las mujeres
puedan esperar recibir el mismo salario que los hombres por el mismo trabajo.
Quince millones y medio de niñas serán obligadas a casarse en los próximos 16
años. Y con los índices actuales, no será sino hasta el año 2086 cuando todas
las niñas del África rural podrán recibir una educación secundaria.
Si crees en la igualdad, podrías ser uno
de esos feministas involuntarios de los que hablé hace un momento. Y por eso te
aplaudo.
Nos cuesta conseguir una palabra que nos
una, pero la buena noticia es que tenemos un movimiento que nos une. Se
llama HeForShe. Los invito a dar un paso adelante, a
que se dejen ver, a que se expresen: a que sean “él”
para “ella”. Y pregúntense: si no lo hago yo, ¿quién? Si no es ahora,
¿cuándo?
Muchas gracias.
UN SALUDO PARA TODOS ROSA DAZ COACH
Comentarios
Publicar un comentario